30 de diciembre de 2021

El laberinto de las aceitunas, Eduardo Mendoza


Ha pasado más tiempo del deseado para retomar "la Trilogía del detective innombrado" de Eduardo Mendoza, ese escritor que, en cierto modo, me ha quitado el sueño durante esta parte del curso, pero de una forma más que agradable, esa trilogía de novela policíaca que inicié con «El misterio de la cripta embrujada» y que continúa "librificada" en este libro, «El laberinto de las aceitunas», que, desde aquí, me comprometo a traer más pronto que tarde.
No sé qué me pasa con las trilogías, aunque esta ya ha trascendido la trilogía para convertirse en una serie de libros como debe ser, pero siempre llegan a mí desde el segundo libro, en lugar del primero, como debería ser.
Debo tener un imán bibliófilo o algo por el estilo. 
Y fue pequeña cuando descubrí este libro en la estantería de mi madre, en un lugar al que no podía acceder si no era escalando por ella. 
Retomamos en esta novela la vida del detective sin nombre cuyas hazañas vemos surgir de la prosa de Mendoza, y comienza en el momento en que sale del sanatorio mental en el que ha estado recluido para cumplir una misión. 
No exenta de peligrosidad, tendrá que recorrer un laberinto, parafraseando el título del libro, de misterios, muerte y enagños que le llevarán de la mano de personajes que poco o nada tienen de sinceros a un destino desconocido. 
Si algo me gusta de las novelas de Eduardo Mendoza es el hecho de que siempre dota a sus personajes, en los nombres, de pequeñas pistas acerca de la labor o del hecho que desempeña. 
Esta fuente de chascarrillos es muy interesante y muy propia para el tema que nos atañe, en el sentido de que si en la novela policíaca prima el misterio, una vez conoces este pequeño dato del contenido que el significado de los nombres lleva implícito, elucubras incluso inconscientemente lo que pueden significar y qué llevan oculto tras lo que aparentemente resulta algo normal o inocente. 
Lo mismo pasaba en «La verdad sobre el caso Savolta» y eran pequeñas pistas de su desempeño o de su condición psicológica, algo que intensifica, a mi parecer, el interés del lector, algo que lo lleva a querer saber más y más. 
Una novela de folletín moderna que culmina en el momento en que se descubre parte del telón y nada es lo que parece con la que aprovecho para desearos un buen cambio de año y que el que entra sea tranquilo; después de las circunstancias de estos dos años pasados, a veces no se pide más que tranquilidad. 

17 de diciembre de 2021

La luz fantástica, Terry Pratchett


Hoy os traigo la continuación de «El color de la magia», el libro con el que da inicio la saga de Mundodisco de Terry Pratchett
Este también pertenece a la saga del mago Rincewind, aquel hechicero petardo —valga la expresión— que ni siquiera está licenciado en la Universidad Invisible de Ankh-Morpork, y que continúa su periplo turístico con Dosflores
Nos quedamos en el primer libro en que habían caído por el borde del Disco, y, poco a poco, descubrimos que, ahora, su principal misión es sobrevivir a una extraña luz que vislumbran y que amenaza su existencia, pero ahora cuentan con la ayuda inestimable del héroe más peculiar de la saga, Cohen el Bárbaro, y reconozco que uno de mis favoritos, que con su joven prometida ayudará a poner a salvo a los dos amigos. 
Ni que decir tiene que el libro es un continuo de risas y de delirantes acciones con las que Pratchett consigue desconcertarnos y, a la vez, aumentar nuestra hilaridad, ya no sólo por la torpeza inenarrable de Rincewind o la aparentemente poca inteligencia de Dosflores, el único al que se le ocurre enseñar a la mismísima Muerte a jugar a juegos de mesa; un factor importante, a mi parecer una de las bazas en las que se asienta el libro y su fuerza, es la presencia de Cohen el Bárbaro. 
Este héroe anacrónico, y no porque esté fuera de lugar, sino porque el tiempo mismo ha perdido la cuenta de sus años, pervertido y a la vez parodia de héroes de película de la vida real, es justo el que faltaba para completar las andanzas del mago y el turista para reunir los requisitos que pone la propia Muerte, leer los ocho hechizos del Octavo, para que Gran A'Tuin detenga su camino hacia la estrella y el mundo, tal y cómo lo conocen con su forma de disco, siga existiendo. 
El pequeño problema es que para leer esos ocho hechizos hay que encontrar primero el que se alojó en la cabeza de Rincewind mientras aún estudiaba en la Universidad Invisible, y esto crea un problema a los magos competentes que intentan matarle para que les traspase el hechizo, porque, de pronunciarlos, obtendría un poder infinito. 
Cada vez que lo leo no puedo evitar reírme a carcajadas, porque las situaciones son de lo más surrealista y el estilo de Pratchett es único para brindarnos una saga tan maravillosa como es la de Mundodisco.

3 de diciembre de 2021

Fuego cruzado, Miyuki Miyabe


A veces pienso que leo demasiada poca literatura de mujeres y que también os las traigo demasiado poco.
En cualquier caso, intento hacer y dar lo mejor de mí e implicarme con ellas, porque es necesario y porque son demasiado desconocidas a pesar de su valía, que es mucha.
Este es uno de los libros que más me han gustado últimamente y, aunque he tardado en traerlo, y confieso que sentía cierto desasosiego porque así fuera, el tema me atrae y debo reconocer que desde que lo leí se convirtió en uno de los libros que debo leer más de una vez para empaparme de él.
Y aprovechando que se ha comparado a Miyuki Miyabe con Stephen King, y como da la casualidad que hace no muchas noches estuve hablando de él con unos amigos, que me ilustraron sobre obras suyas que no conocía y que ya he empezado a leer, hoy os he traído su segunda novela, la que ilustra esta imagen tan perturbadora.
Junko es nuestra protagonista esta vez. 
Es una joven con determinados poderes piroquinéticos que los intenta manejar y que presencia el asesinato de un hombre, y este hombre le revela el secuestro de una mujer que hay que salvar.
A su vez, aparecen dos investigadores, Chikako, detective de la brigada de incendios de la policía de Tokio, escéptica en lo que se refiere a este tipo de sucesos que se alejan de la cotidianeidad, y Makihara, un detective de lo más curioso que, por un hecho en su infancia, sí que reconoce la existencia de los poderes de Junko. 
Con este trío vamos recogiendo pistas acerca de los casos, y, a la vez, un retrato de lo que es la justicia y de lo que puede llegar a ser, llegando a un final que, personalmente, si no me sorprendió porque se va deduciendo, sí que supuso, cuando menos, un revulsivo.
No puedo hacer sino recomendárosla si os gusta el estilo del terror de los bestsellers de King, si bien no es igual, obviamente, sí que recuerda a su devenir con los tintes sobrenaturales de los que hace uso para imaginar a los personajes y el desasosiego que deja en el lector una vez lo ha terminado.
A mí, por lo menos, la mayoría de las veces me pasa lo mismo, acabo replanteándome en cierto modo la realidad y sus vestigios.
Asimismo, si sois unos amantes de Japón os encantará por los retazos de novela que entrelaza con la historia de este país, con sus tradiciones y su forma de vivir en definitiva, con personajes perfectamente planteados y desarrollados, que casi se hacen tan reales como los que se puedan llegar a soñar.

27 de noviembre de 2021

El sueño del celta, Mario Vargas Llosa


Si digo la verdad, y es algo que me gusta hacer ya que considero que la mentira, junto con la infidelidad, es lo peor que le pueden o puede hacer una persona, Mario Vargas Llosa nunca ha sido santo de mi devoción. 
Siempre me ha producido cierto rechazo, no entendí que le dieran el Nobel y sigo sin entenderlo. 
Aunque está clarísimo que lo merece por su gran trayectoria y, qué diablos, es un gran escritor, pienso que hubo competidores que, tal vez, se hubieran adecuado más a la magnitud y a la finalidad del premio. 
Me transmitía un no sé qué insoportable que ha hecho que hasta hace muy poco no me abriera a su literatura, y el causante de que lo hiciera ha sido este libro. 
Lo recibí como regalo de un amigo invisible en un canal de IRC donde solía prodigarme, y al principio me chocó un poco dado mi poco interés hacia el autor, pero decidí leerlo, y lo cierto es que me gustó, así que aquí le hago un huequito en mi anaquel virtual para mostrároslo a vosotros que me seguís. 
En este libro, Vargas Llosa nos narra la historia de Roger Casement, un hombre que, adelantado a su tiempo y cónsul en el antiguo Congo Belga, es el primer occidental que denunció las brutales torturas, vejaciones y abusos que se llevaban a cabo en este reducto colonial de un país que no lo permitiría en su terruño original. 
Es un hombre de contradicciones, producto de su época y contrario a la misma, que se ve condenado por sus creencias y acusado en vano por defender la que erige como su causa. Es paradójico. La verdad es que, no sé si inconscientemente, identifico al literario Casement —casi biográfico— con el escritor. 
Si por algo se caracteriza Vargas Llosa es por señalar con dedo acusador a regímenes contrarios a su particularísimo sentido de la política. 
Lo cierto es que no se puede negar que combina la realidad con la ficción de una forma magistral, y, al margen de que pueda estar más o menos de acuerdo con sus intereses, debo reconocer que es una muy buena obra, pero que de no ser por el tema que casi parece recortarse de otros libros anteriores, modificando detalles de aquí y de allá y cambiando determinadas localizaciones geográficas podría catalogar de fantástica e indispensable. 
Juzgad vosotros mismos.

16 de noviembre de 2021

Lolita, Vladimir Nabokov


«Lolita, luz de mi vida, fuego de mis entrañas. Pecado mío, alma mía. Lo-li-ta: la punta de la lengua emprende un viaje de tres pasos desde el borde del paladar para apoyarse, en el tercero, en el borde de los dientes. Lo.Li.Ta.» 
¿Quién puede resistirse a un comienzo así? 
En mi contra, tengo que decir que lo primero que me fascinó fue la portada —a pesar de que es una adaptación de la de la película, por eso de darle más fama al libro, atraer al cinéfilo a la literatura, al origen, a la madre primigenia— y, reconozco, que va que ni pintado en el sentido de que la inocencia de la piruleta, la despreocupación de las gafas y la sensualidad de la pose ofrecen un tácito aperitivo para lo que encontraremos dentro de sus páginas, maravilla literaria en estado puro. 
Esta novela de Vladimir Nabokov pretende narrar o justificar la historia del profesor Humbert, que deja la vieja Europa por los Estados Unidos en una suerte de sueño americano y, una vez allí, alquila una habitación en la casa de la viuda Charlotte Haze, desconociendo que ese será el principio o el fin de su cordura y su futuro. 
La hija de Charlotte, Dolores, llamada Lo o Lolita, es una niña-adolescente que le hace enamorar y obsesionar hasta tal punto que, aun habiéndose casado con su madre, en su diario refleja la realidad de sus sentimientos. 
Horrorizada, la madre huye y es atropellada, quedando la joven Lolita a cargo del profesor Humbert, que, con el tiempo, recorre Estados Unidos de motel en motel manteniendo, incluso, relaciones sexuales con la joven, que le abandonará por otro hombre. 
Esta novela me suena a predestinación o castigo moral por los «males» cometidos, al menos en su final, una suerte de justicia cuasi divina que con su acción mantiene el statu quo antes derrumbado. 
La idealización juega también un papel importante: la Lolita que nos presentan los desvaríos amorosos del profesor no es la real, es decir, es una niña en desarrollo y en una edad fatal, por tanto, es capaz de sacar de quicio a aquel que la rodea dentro de la normalidad. 
Creo que, teniendo en cuenta el erotismo y la posible intención moralizadora, pesa más la segunda, velada entre tintes que se nos presentan atrayentes, tácita entre llamadas de atención no sutiles. 
¿Qué tal leerla una tarde de lluvia? Os gustará.

5 de noviembre de 2021

El emblema del traidor, Juan Gómez-Jurado


Puede que la pasión que dedico a las cosas que me gustan —cuando me dejan tiempo, para mi desgracia— pueda considerarse una suerte de parafilia extraña, aunque, está claro, sin ese componente sexual que lleva inherente. 
Una de esas cosas es un hecho en una época específica, la Segunda Guerra Mundial, y Juan Gómez-Jurado ha llegado a la parte literaria de mi corazoncito con esta fantástica novela.
Da comienzo con una anécdota. 
En 1940, en plena tormenta, el capitán González rescata a unos náufragos alemanes, cuyo jefe le regala, como muestra de agradecimiento, un emblema de oro, que será la puerta que abra el pasado para llevarnos a la Alemania previa al momento nazi
Es en esta época donde aparece Paul, un chiquito huérfano de padre que vive —o sobrevive— sirviendo junto con su madre en casa de unos barones, que son sus tíos. 
Todo cambia para él en el momento en que se da una fiesta en esa casa. 
Aparece otro personaje, Alys, una chica judía, avanzada para su tiempo de mojigatería y reclusión femenina, y más aún con la que se avecinaba, con la que su tío quiere casar a su primo, antagonista de Paul, depositario de rencor, envidia y crueldad, y de la que el pobre Paul se enamora, mientras que su otro primo le confiesa que su padre no murió en combate, sino asesinado, y encima en la misma casa en la que ahora sirve. 
Y ahí es donde empieza, para mí, lo bueno. 
Ahora, tras la sorpresa inicial de la revelación, se erige en una especie de Hamlet que busca la retribución justa por la muerte, asesinato ahora, de su padre. 
Me ha producido algo que, últimamente, me ha pasado poco: la necesidad de terminarlo de un tirón, de conocer los últimos estertores de los personajes hechos páginas. 
Y os aseguro que en plena época de trabajo trasnochar no era precisamente una de mis ideas, pero no pude evitarlo, tuve que terminarlo de madrugada, y ahora os traigo mis impresiones. 
Es muy agradable poder disfrutar de novela actual de calidad, y encima patria. 
Seguramente me dejo en el tintero a muchos válidos y con mi aseveración quizá lo limito un poco, pero es difícil de encontrar, por lo menos, para mi gusto, algo que no se repita hasta la saciedad, que aporte algo de variedad, aun cuando se adecúe a unos cánones que, de primeras, pueda relegarlos.